1
Yo tenía nueve años la vez que mi papá engañó a mi mamá con otra mujer. En aquellos días yo estaba preparándome para cantar Feliz de ti María, hija santa de Israel en el certamen mariano que organizaba la parroquia para las niñas cantoras del coro, y no hacía yo más que cantar por toda la casa como una peregrina marchando a Roma. Tenía cansados a todos, en especial a mi hermana Lucía (bautizada así por Lucía Dos Santos, la pastorcita que vio a la Virgen en Fátima) que me lleva dos años y se tapaba las orejas con las manos cada vez que me veía venir. Yo creo que ella estaba celosa por que le estaba cambiando la voz y no podía competir. Cada vez que me acostaba y le rezaba a Dios yo le pedía que no me hiciera cambiar nunca la voz. El año pasado había estado a un tris de sacarme el primer premio con Venid y vamos todos con flores a María, solo que se lo había llevado Noelí Souza porque hizo trampa participando siendo la sobrina del Padre Juano: las parientas del cura no deberían participar. Este año yo esperaba ser todo un éxito. Mamá me había prometido hablarle a la Madre Superiora para impedir cantar a la sobrina del padre Juano esta vez y que guardaran las normas. Pero mamá no se quería mover de su dormitorio y se la pasaba llorando el día entero; yo no acababa de entender por qué y suponía que era porque papá no era un buen católico y no iba jamás a Misa ni tomaba los Sacramentos. De modo que le pregunté a mi hermana Lucía, que es la mayor ya que mis otros hermanitos eran chiquitos todavía: Carlitos tenía cinco años y recién había empezado el preescolar y Yoel tenía un año y medio y era un bebé todavía -¿a qué edad los bebés se dejan de ser bebés?-; lo que le pregunté a Lucía fue si mi mamá lloraba por culpa de mi papá, y ella me respondió: ¨Sí, Bernardet¨.
2
(Me llamo Brnardet por Bernardette de Soubirous, la aldeanita que vio a la Virgen en Lourdes. Pero el señor del Registro Civil no supo bien escribir mi nombre, porque es un nombre francés y nosotros vivimos en Argentina, y lo anotó mal, lo anotó como suena. En castellano el nombre sería Bernardita, el diminutivo de Bernarda. La virgen se apareció con su hermana Antoinette, que rea más chica que ella, a buscar leña para calentar el hogar: era un día de inmenso frío. Era febrero. Antoinette y la amiga se descalzaron y cruzaron un arrollo (…) En ese momento se le apareció la Señora de Blanco; ella no distinguió de inmediato que fuera la Virgen María; sino que se quedó atontada pero llena de júbilo, y cruzó de un solo empellónelñ arroyo. Dicen que dijo: las aguas heladas me parecieron en ese momento cálidas).
3
La que me explicó que mi papá tenía amores con otra señora fue Mariko, nuestra nana.
Nosotros le decíamos Mariko a secas, y cuando nos preguntaban quién era explicábamos que era la señora que trabajaba en casa. (…) Cuando contaba ocho años se vino sola de Bulgaria a vivir con un tío que le pegaba y la maltrataba; mi abuela le tuvo pena y la recogió. Mamá era chiquita y mucho no la quería a Mariko porque Mariko era cristiana a su manera (…) la abuela creía que cada uno tiene derecho a creer en Dios su modo, y Mariko decía que éste es un pensamiento propio de las personas buenas. Cuando la abuela se murió fue Mariko la que lloró más fuerte.
4
Dice Mariko que un proverbio de su país dice: La esposa lleva a su marido en el rostro; el marido lleva a la esposa en los calzones. Esto quiere decir que a una señora enseguida se le nota que está casada, pero a un señor no s ele nota hasta que se quita toda la ropa. Mariko había dicho que papá se entrevistaba con la señora Barbarita que es la esposa del farmacéutico y que tenía amores con ella.(…)
7
La señora Barbarita era dueña de una farmacia y sabía curar el mal de ojo y, según Mariko, también causarlo. La señora Barbarita no iba a la iglesia jamás y el farmacéutico, su marido, era cojo y cuando andaba parecía un buitre que correteaba antes de alzar el vuelo; por eso se entiende que la señora Barbarita se haya ido con mi papá que era hermoso como un clavel y cuando andaba parecía que llegaba un señor beduino muy ceñudo por caminar sobre las arenas heladas en las noche del desierto.
8
Mi hermano Carlitos no quiso ir más al colegio y Yoel el bebé no quería comerse la manzana rallada de la pena que tenía por la ausencia de mi papá. Mi mamá lloraba el día entero y durante la noche ahogaba los lloros contra la almohada. Y yo quise consolarla diciéndole que me haría monja, así ella y yo vivíamos siempre en el claustro, bordando con hilo de seda y rezando y ya no nos acordaríamos de mi papá. Porque el amor de Dios quita todas las angustias y por eso las mujeres se hacen monjas, para estar casadas con Dios que es el colmo de las dichas. Mariko dice que Dios es el esposo de la Virgen María, pero esto no puede ser. Porque los hombres desengañados de las mujeres se hacen curas para casarse con la Virgen María y ella los consuela de sus penas. Sería una gran traición que los tristes se hicieran religiosos para estar casados con alguien que resulta ya está casado: la bigamia es un pecado grande también para la Virgen y Dios.
Todo esto quise decir a mi mamá, pero de mi boca no salió consuelo.
10
El domingo del certamen en la mañana apenas salido el sol e puse a practicar el canto. Me senté bajo el níspero que está junto a la vereda y comencé: me sentía un gallito veleta a esa hora temprana. (…) Un sonido penetró el aire, y yo seguí cantando sin inmutarme, entonces vi una figura de señora acercarse que me pareció era la señora Barbarita, solo que no puede distinguirla bien porque yo estaba frente al sol y ella parecía que resplandecía por la piel y por el vestido. Había resplandor. Tenía los ojos muy negros y la tez muy blanca; cuando habló y alabó mi canto lo hizo con nada más que tres o cuatro palabras y fue como si nunca hubiera abierto la boca. Después dijo: No te asustes porque vamos a volver, tranquiliza a tus hermanos; nos vamos hasta que aquí llegue un poco la paz y entonces regresaremos. La señora se marchó por donde hubo venido y yo me quedé atontada. Quise llamarla, mas, ¿cómo nombrarla? Llevaba la cabeza cubierta con un pañuelo y no pude saber si sus cabellos eran rubios o negros. ¿Quién había sido? ¿Quién me hablaba así a mí en medio de mi aflicción? Me senté bajo el níspero y me puse a llorar con toda mi alma.
12
Durante mucho tiempo pensé que aquella visión que tuve la mañana del certamen fue una aparición de la Virgen María. ¡Yo la había adorado tanto que bien me merecía una de sus piadosas miradas! Solo que si hubiera sido la Virgen en persona quien me visitó: ¿no habría ganado yo ese certamen que tanta ilusión me hacía en vez de Noelí Souza? ¿Cuántas oportunidades tendría yo de ganar? Quizá pronto cambiaría la voz y entonces ya no sería una niña: la Virgen tendría que haber tenido en cuenta aquellas cosas. O quizá sí las tuvo en cuenta, pero a su propia manera: hasta el día de hoy mi voz sigue siendo la que tenía a los ocho años. Claro que quizá no fuera la Virgen aquella figura luminosa: como mi papá dejó el pueblo en esos días con la señora Barbarita, deduje que habría sido la señora Barbarita quien vino a consolarme esa mañana y a despedirse. Mi papá estuvo un año fuera, y al cabo de ese año volvió al pueblo y se instaló con su madre, mi abuela Tina. De esa manera lo veíamos más o menos una vez por semana; meses después se reconcilió con mi mamá y ya se instaló en casa con todos nosotros. La señora Barbarita no regresó nunca al pueblo y hasta el día de hoy no he vuelto a saber de ella.
Yo tenía nueve años la vez que mi papá engañó a mi mamá con otra mujer. En aquellos días yo estaba preparándome para cantar Feliz de ti María, hija santa de Israel en el certamen mariano que organizaba la parroquia para las niñas cantoras del coro, y no hacía yo más que cantar por toda la casa como una peregrina marchando a Roma. Tenía cansados a todos, en especial a mi hermana Lucía (bautizada así por Lucía Dos Santos, la pastorcita que vio a la Virgen en Fátima) que me lleva dos años y se tapaba las orejas con las manos cada vez que me veía venir. Yo creo que ella estaba celosa por que le estaba cambiando la voz y no podía competir. Cada vez que me acostaba y le rezaba a Dios yo le pedía que no me hiciera cambiar nunca la voz. El año pasado había estado a un tris de sacarme el primer premio con Venid y vamos todos con flores a María, solo que se lo había llevado Noelí Souza porque hizo trampa participando siendo la sobrina del Padre Juano: las parientas del cura no deberían participar. Este año yo esperaba ser todo un éxito. Mamá me había prometido hablarle a la Madre Superiora para impedir cantar a la sobrina del padre Juano esta vez y que guardaran las normas. Pero mamá no se quería mover de su dormitorio y se la pasaba llorando el día entero; yo no acababa de entender por qué y suponía que era porque papá no era un buen católico y no iba jamás a Misa ni tomaba los Sacramentos. De modo que le pregunté a mi hermana Lucía, que es la mayor ya que mis otros hermanitos eran chiquitos todavía: Carlitos tenía cinco años y recién había empezado el preescolar y Yoel tenía un año y medio y era un bebé todavía -¿a qué edad los bebés se dejan de ser bebés?-; lo que le pregunté a Lucía fue si mi mamá lloraba por culpa de mi papá, y ella me respondió: ¨Sí, Bernardet¨.
2
(Me llamo Brnardet por Bernardette de Soubirous, la aldeanita que vio a la Virgen en Lourdes. Pero el señor del Registro Civil no supo bien escribir mi nombre, porque es un nombre francés y nosotros vivimos en Argentina, y lo anotó mal, lo anotó como suena. En castellano el nombre sería Bernardita, el diminutivo de Bernarda. La virgen se apareció con su hermana Antoinette, que rea más chica que ella, a buscar leña para calentar el hogar: era un día de inmenso frío. Era febrero. Antoinette y la amiga se descalzaron y cruzaron un arrollo (…) En ese momento se le apareció la Señora de Blanco; ella no distinguió de inmediato que fuera la Virgen María; sino que se quedó atontada pero llena de júbilo, y cruzó de un solo empellónelñ arroyo. Dicen que dijo: las aguas heladas me parecieron en ese momento cálidas).
3
La que me explicó que mi papá tenía amores con otra señora fue Mariko, nuestra nana.
Nosotros le decíamos Mariko a secas, y cuando nos preguntaban quién era explicábamos que era la señora que trabajaba en casa. (…) Cuando contaba ocho años se vino sola de Bulgaria a vivir con un tío que le pegaba y la maltrataba; mi abuela le tuvo pena y la recogió. Mamá era chiquita y mucho no la quería a Mariko porque Mariko era cristiana a su manera (…) la abuela creía que cada uno tiene derecho a creer en Dios su modo, y Mariko decía que éste es un pensamiento propio de las personas buenas. Cuando la abuela se murió fue Mariko la que lloró más fuerte.
4
Dice Mariko que un proverbio de su país dice: La esposa lleva a su marido en el rostro; el marido lleva a la esposa en los calzones. Esto quiere decir que a una señora enseguida se le nota que está casada, pero a un señor no s ele nota hasta que se quita toda la ropa. Mariko había dicho que papá se entrevistaba con la señora Barbarita que es la esposa del farmacéutico y que tenía amores con ella.(…)
7
La señora Barbarita era dueña de una farmacia y sabía curar el mal de ojo y, según Mariko, también causarlo. La señora Barbarita no iba a la iglesia jamás y el farmacéutico, su marido, era cojo y cuando andaba parecía un buitre que correteaba antes de alzar el vuelo; por eso se entiende que la señora Barbarita se haya ido con mi papá que era hermoso como un clavel y cuando andaba parecía que llegaba un señor beduino muy ceñudo por caminar sobre las arenas heladas en las noche del desierto.
8
Mi hermano Carlitos no quiso ir más al colegio y Yoel el bebé no quería comerse la manzana rallada de la pena que tenía por la ausencia de mi papá. Mi mamá lloraba el día entero y durante la noche ahogaba los lloros contra la almohada. Y yo quise consolarla diciéndole que me haría monja, así ella y yo vivíamos siempre en el claustro, bordando con hilo de seda y rezando y ya no nos acordaríamos de mi papá. Porque el amor de Dios quita todas las angustias y por eso las mujeres se hacen monjas, para estar casadas con Dios que es el colmo de las dichas. Mariko dice que Dios es el esposo de la Virgen María, pero esto no puede ser. Porque los hombres desengañados de las mujeres se hacen curas para casarse con la Virgen María y ella los consuela de sus penas. Sería una gran traición que los tristes se hicieran religiosos para estar casados con alguien que resulta ya está casado: la bigamia es un pecado grande también para la Virgen y Dios.
Todo esto quise decir a mi mamá, pero de mi boca no salió consuelo.
10
El domingo del certamen en la mañana apenas salido el sol e puse a practicar el canto. Me senté bajo el níspero que está junto a la vereda y comencé: me sentía un gallito veleta a esa hora temprana. (…) Un sonido penetró el aire, y yo seguí cantando sin inmutarme, entonces vi una figura de señora acercarse que me pareció era la señora Barbarita, solo que no puede distinguirla bien porque yo estaba frente al sol y ella parecía que resplandecía por la piel y por el vestido. Había resplandor. Tenía los ojos muy negros y la tez muy blanca; cuando habló y alabó mi canto lo hizo con nada más que tres o cuatro palabras y fue como si nunca hubiera abierto la boca. Después dijo: No te asustes porque vamos a volver, tranquiliza a tus hermanos; nos vamos hasta que aquí llegue un poco la paz y entonces regresaremos. La señora se marchó por donde hubo venido y yo me quedé atontada. Quise llamarla, mas, ¿cómo nombrarla? Llevaba la cabeza cubierta con un pañuelo y no pude saber si sus cabellos eran rubios o negros. ¿Quién había sido? ¿Quién me hablaba así a mí en medio de mi aflicción? Me senté bajo el níspero y me puse a llorar con toda mi alma.
12
Durante mucho tiempo pensé que aquella visión que tuve la mañana del certamen fue una aparición de la Virgen María. ¡Yo la había adorado tanto que bien me merecía una de sus piadosas miradas! Solo que si hubiera sido la Virgen en persona quien me visitó: ¿no habría ganado yo ese certamen que tanta ilusión me hacía en vez de Noelí Souza? ¿Cuántas oportunidades tendría yo de ganar? Quizá pronto cambiaría la voz y entonces ya no sería una niña: la Virgen tendría que haber tenido en cuenta aquellas cosas. O quizá sí las tuvo en cuenta, pero a su propia manera: hasta el día de hoy mi voz sigue siendo la que tenía a los ocho años. Claro que quizá no fuera la Virgen aquella figura luminosa: como mi papá dejó el pueblo en esos días con la señora Barbarita, deduje que habría sido la señora Barbarita quien vino a consolarme esa mañana y a despedirse. Mi papá estuvo un año fuera, y al cabo de ese año volvió al pueblo y se instaló con su madre, mi abuela Tina. De esa manera lo veíamos más o menos una vez por semana; meses después se reconcilió con mi mamá y ya se instaló en casa con todos nosotros. La señora Barbarita no regresó nunca al pueblo y hasta el día de hoy no he vuelto a saber de ella.
Patricia Suárez nació en Rosario, 1969. Es narradora, escritora y dramaturga. Estudió psicología y antropología. Asistió al taller de narrativa de la escritora Hebe Uhart y estudió dramaturgia junto a Mauricio Kartún. Ha trabajado en periodismo cultural en diarios (El País de Montevideo, La Capital de Rosario, La Prensa de Buenos Aires) y revistas.
A partir de 1997 comenzó a publicar sus obras y hoy cuenta con una extensa bibliografía editada y varios premios en su haber.
Recibió la beca de la Fundación Antorchas para residir en el Banff Centre for the Arts, en Banff, Alberta, Canadá, para la elaboración de una novela. Entre sus obras encontramos cuentos, novelas, ensayos, poesías Actualmente, dicta talleres de lectura y de narrativa para niños y adultos.
Más sobre la autora:
2 comentarios:
se está poniendo sumamenete interesante...lectora fiel
Sabri
Creo que la conocí por sus cuentos infantiles pero es una excelente narradora:orgullo rosarino.Gracias caí por recomendación.Suerte y adelante con la "sopa de peligrosaspalabras"
Leila
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