18 abril, 2011

María Rosa Lojo

Estructura de las casas -

Dentro de un dedal había un salón de costura donde la abuela bordaba rosas cuando era una niña obligada a quedarse del revés de la luz para que no la distrajesen los ruidos del mundo.
Dentro de una foto del padre había un joven que regresaba a las montañas cruzando campos ardidos por la guerra, y había cuerpos acabados de fusilar pudriéndose en el fondo de las pupilas.
Detrás de un guante viejo había un hermano desaparecido, en un pastillero vacío acechaba la locura; sobre los platos cascados comía una familia sentada en torno de una mesa de roble; dentro de un cofre la madre guardaba cartas de pretendientes, y con las cartas esperanza y pobreza y plumas que avanzaban despacio sobre el papel rugoso de las vidas pasadas.
En tu historia había historias imposibles de limpiar y cuartos cerrados que no se abrirían nunca porque las estructuras de las casas son cajas chinas interminables y concéntricas y de la misma manera misteriosas.

de Esperan la mañana verde (1998)

14 abril, 2011

Carola Saavedra (Chile-Brasil,1977)




Grabación 1
Ruido de viento y olas que golpean contra el acantilado. Caen en el agua pequeñas piedras. Pasos. Interrupción. Voz.
Estoy en el extremo sur de la isla. Si nadara en línea recta, supongo que en algún momento llegaría al Antártico. Tierras australes.[...] El mar aquí es un mar que todavía no fue domesticado. Nunca le impusieron límites. Hasta los colores, el olor, las algas, todo en él parece que acabara de surgir.
Hace una o dos semanas que estoy aquí. Tal vez han sido apenas algunos días, no lo sé. Alex, los días pasan de forma extraña en este lugar.
Quiero comenzar hablando de una imagen. No sé si era una fotografía o si fui yo quien guardó aquel momento como algo estático en la memoria. Antes de que las cosas con Karen tomaran el rumbo que tomaron.

Grabación 4
[...]
Cuando salí de tu casa aquella tarde el sol estaba poniéndose y el cielo se había teñido de una tonalidad rojiza. Soplaba una brisa fresca de primavera. Y yo me sentía bien, etérea. Todo parecía perfecto. Ahora, pienso, ¿ya te diste cuenta de que justamente esos momentos, cuando todo parece perfecto, anteceden a los acontecimientos más aterradores, a las peores tragedias? Tal vez toda la felicidad tenga un fondo falso, una tonalidad artificial, y esté ahí solo para contrastar con lo que vendrá.

02 abril, 2011

Lía Schenk (Uruguay)

LLUVIA PARA UN FLORERO Esta tarde llovieron recuerdos como nunca. Le llovieron torrencialmente dentro de su propia casa. Algunos eran anunciados con truenos, rayos y centellas. Otros llovieron con menos ruido y con menos electricidad. Se acostó, se levantó, hizo café que no tomó… Quiso leer, quiso mirar una película, quiso ordenar placares… y no pudo hacer nada en medio de esa lluvia torrencial. Parecía que el techo se iba a venir abajo. Parecía que en cualquier momento empezarían las inundaciones. Todos los recuerdos de esa lluvia venían con los ojos y la voz de él. Venían con su risa y con esas maneras que él tenía de hacerle sentir que esas rosas las había ido a buscar a El Cairo para ella. Venían con esos resplandores que él tenía en los ojos cuando pasaban muchos días sin verse y llegaba a cualquier hora de la noche porque la extrañaba. Los recuerdos seguían lloviendo solos y ella no sabía qué hacer con tanta agua. No sabía qué hacer con esa laguna en el dormitorio, ni con esos charcos en el living. La última vez, se habían despedido para siempre. No tenía sentido eso de verse cada tanto. No tenían sentido esas rosas de El Cairo, si después se deshojaban sin que él las viera. No tenía sentido que ella lo esperara por las dudas. Después de esa última vez, fue que empezó a desatarse esta tormenta. Esta lluvia impresionante que no paraba con nada. No paraba ni con una danza mágica. En medio de truenos y relámpagos sonó el teléfono. Saltó de la cama y cruzó la laguna del dormitorio con el agua hasta la cintura, cruzó los charcos del living y llegó al teléfono y al florero vacío. Quiso disimular todo lo que estaba pasando dentro de su propia casa, pero no pudo. Del otro lado de la tormenta, él decía que escuchaba perfectamente el ruido de la lluvia sobre la mesa del teléfono. Se quedaron un rato en silencio y la lluvia no sabía que hacer. Él le dijo que después de la lluvia siempre sale el sol. Le dijo que no hay tormenta que dure cien años. Le dijo que iba para allí, porque su casa estaba muchísimo más inundada que la de ella. Él colgó y ella abrió las ventanas. Hizo café de nuevo, (el de antes parecía jugo de paraguas). Después se pintó un poco los labios. No quería tener una sonrisa tan aguada cuando él llegara. Miró por toda la casa y vio que los charcos y la laguna se iban evaporando a toda velocidad. Antes que él llegara, el agua se había ido de todas partes, menos del florero. A ella le pareció bien que así fuera. No es lo mismo poner rosas de El Cairo en agua de la canilla, que ponerlas en agua de una lluvia como esa. Es docente, psicóloga social y periodista. Ha construido una sólida producción literaria tanto en el género poético como en narrativa, lo que le ha valido la obtención de numerosos galardones y reconocimientos. Escritora prolífica, entre sus muchas obras cabe citar "Entre tiempos", "Poemas Operativos", "La escuela de los niños", "El Mago de las Palabras", "Valentina de más" o "Historias de Pueblo Chico", galardonada con el Premio Bartolomé Hidalgo que otorga la Cámara Uruguaya del Libro en el marco de la Feria Internacional del Libro de Montevideo.
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