En el espejo, distraída, examinó de cerca las manchas de su cara. En Alagoas se llamaban panos, decían que venían del hígado. Ocultaba las manchas con una capa espesa de polvo blanco y, si se veía medio revocada, era mejor que verse pardusca.
Toda ella estaba un poco sucia, porque raro era que se lavase. De día llevaba la falda y blusa y de noche dormìa con la enagua. Una compañera de cuarto no sabía cómo advertirle que olía a mugre. Y como no sabía, se quedó con eso, porque tenía miedo de ofenderla.
Nada en ella era irridiscente, aún cuando la piel de su
cara tuviese entre las manchas un ligero brillo de ópalo.
Pero no importaba. Nadie la miraba en la calle, ella era café frío.
de La hora de la estrella (fragmento)
1 comentario:
amada Lispector...hermoso post!!!!
Lucía
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