LA ORQUÍDEA
Allí estaba ella, espléndida y delicada, en mi solapa. Surgió de pronto y eso, confieso, me pareció un poco extraño. Pero ¿por qué no usarla? Una cosa deliciosa como aquella... Todo el mundo notaba el nuevo adorno. "Silvia", decían, "qué bella orquídea, tan viva y fresca". "Combina con su piel, Silvia". "Es delicada y gentil como usted, Silvia". La orquídea de Silvia.
Así fueron pasando los días, la bella flor acompañando mis humores y amores de cada día. Tan acostumbrada estaba a su compañía que la habría olvidado. Pero ella no lo permitió. Yo sentía todo el tiempo una leve desazón, miraba la solapa todo el tiempo. Quería verificar a cada momento si la orquídea estaba torcida o mal acomodada. Comencé a prestar atención a las reacciones de la flor. Ella se marchitaba cada vez que un amigo me hacía un mimo, ante cada hombre que se aproximaba. Creo que fue por eso que pasé a evitar los cálidos gestos de afecto, antes tan bienvenidos.
Poco después comencé a oírla. Me costó creer que eso estuviera sucediendo, pero inmediatamente fue evidente que me hablaba, sí. Como un pensamiento inquieto dentro de mi mente, pasó a contarme, en voz baja, sus quejas. Reclamaba en murmullos sobre su infelicidad, del sufrimiento que le causaba la condición de apéndice en mi solapa. Declaraba, con disgusto, que me era completamente devota. Pero yo no retribuía ese inmenso amor como debería. Que yo la trataba con indiferencia. Que sólo tenía ojos para los otros. Cada vez más incómoda, yo pasaba el día intentando consolarla. Mientras más cariño le daba, ella pedía más. No me dejaba tiempo para otras tareas. Ya ni siquiera sabía si me gustaba, sólo sabía que no podía abandonarla. Me necesitaba, era tan frágil que en cualquier momento podría marchitarse... Morir.
Entonces la orquídea se desató por completo. Comenzó a hablar no sólo para mí, sino para todos. Repetía todo lo que le dije en algún momento. Mis pensamientos. Sueños. Visiones. Incluso mis miedos. ¿No es normal, verdad? Finalmente, ella me había ofrendado tanto amor... Era natural que me usara como modelo. Y todos la consideraron brillante. Talentosa. Reconquistó todo lo que yo había perdido. Los amigos que yo, ocupada con mi orquídea, permití que se alejaran. Y me sentía cada vez más exhausta. Ella creció, se expandió más allá de la solapa en la cual estaba posada. Adquirió un rostro. Se cortó los cabellos. Se pintó los labios. Ahora, todos la llaman Orquídea. Y a mí, Silvia, la Silvia de la Orquídea. Ustedes pueden verme, si prestan atención. Marchita, solitaria en la solapa que un día fue mía y ahora pertenece a Orquídea. Sí, me marchito... Cada vez más rápido. No entiendo cómo hace para sobrevivir sin problemas en mi solapa. Sólo sé que no logro hacer lo mismo... Esto no pasó inadvertido a Orquídea. Ella presiente el fin del ciclo, pues desde hace algún tiempo se está preparando para partir.
Creo que, inmediatamente, se irá a posar con suavidad en alguna otra solapa...
Título original: A orquídea
Traducción del portugués: Sergio Gaut vel Hartman
publicado en la revista AXXON n"171"
Giulia Moon es brasileña, paulista y directora de arte de una agencia de comunicación en São Paulo. En 2003 lanzó su primer libro de cuentos: Luar de Vampiros, que fue seguido por Vampiros no Espelho (2004), Outros Seres Obscuros (2004) y A Dama-Morcega (2006).
Allí estaba ella, espléndida y delicada, en mi solapa. Surgió de pronto y eso, confieso, me pareció un poco extraño. Pero ¿por qué no usarla? Una cosa deliciosa como aquella... Todo el mundo notaba el nuevo adorno. "Silvia", decían, "qué bella orquídea, tan viva y fresca". "Combina con su piel, Silvia". "Es delicada y gentil como usted, Silvia". La orquídea de Silvia.
Así fueron pasando los días, la bella flor acompañando mis humores y amores de cada día. Tan acostumbrada estaba a su compañía que la habría olvidado. Pero ella no lo permitió. Yo sentía todo el tiempo una leve desazón, miraba la solapa todo el tiempo. Quería verificar a cada momento si la orquídea estaba torcida o mal acomodada. Comencé a prestar atención a las reacciones de la flor. Ella se marchitaba cada vez que un amigo me hacía un mimo, ante cada hombre que se aproximaba. Creo que fue por eso que pasé a evitar los cálidos gestos de afecto, antes tan bienvenidos.
Poco después comencé a oírla. Me costó creer que eso estuviera sucediendo, pero inmediatamente fue evidente que me hablaba, sí. Como un pensamiento inquieto dentro de mi mente, pasó a contarme, en voz baja, sus quejas. Reclamaba en murmullos sobre su infelicidad, del sufrimiento que le causaba la condición de apéndice en mi solapa. Declaraba, con disgusto, que me era completamente devota. Pero yo no retribuía ese inmenso amor como debería. Que yo la trataba con indiferencia. Que sólo tenía ojos para los otros. Cada vez más incómoda, yo pasaba el día intentando consolarla. Mientras más cariño le daba, ella pedía más. No me dejaba tiempo para otras tareas. Ya ni siquiera sabía si me gustaba, sólo sabía que no podía abandonarla. Me necesitaba, era tan frágil que en cualquier momento podría marchitarse... Morir.
Entonces la orquídea se desató por completo. Comenzó a hablar no sólo para mí, sino para todos. Repetía todo lo que le dije en algún momento. Mis pensamientos. Sueños. Visiones. Incluso mis miedos. ¿No es normal, verdad? Finalmente, ella me había ofrendado tanto amor... Era natural que me usara como modelo. Y todos la consideraron brillante. Talentosa. Reconquistó todo lo que yo había perdido. Los amigos que yo, ocupada con mi orquídea, permití que se alejaran. Y me sentía cada vez más exhausta. Ella creció, se expandió más allá de la solapa en la cual estaba posada. Adquirió un rostro. Se cortó los cabellos. Se pintó los labios. Ahora, todos la llaman Orquídea. Y a mí, Silvia, la Silvia de la Orquídea. Ustedes pueden verme, si prestan atención. Marchita, solitaria en la solapa que un día fue mía y ahora pertenece a Orquídea. Sí, me marchito... Cada vez más rápido. No entiendo cómo hace para sobrevivir sin problemas en mi solapa. Sólo sé que no logro hacer lo mismo... Esto no pasó inadvertido a Orquídea. Ella presiente el fin del ciclo, pues desde hace algún tiempo se está preparando para partir.
Creo que, inmediatamente, se irá a posar con suavidad en alguna otra solapa...
Título original: A orquídea
Traducción del portugués: Sergio Gaut vel Hartman
publicado en la revista AXXON n"171"
Giulia Moon es brasileña, paulista y directora de arte de una agencia de comunicación en São Paulo. En 2003 lanzó su primer libro de cuentos: Luar de Vampiros, que fue seguido por Vampiros no Espelho (2004), Outros Seres Obscuros (2004) y A Dama-Morcega (2006).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario