13 febrero, 2015

MILDRE HERNÁNDEZ (CUBA) Y ADELAIDA FERNÁNDEZ (COLOMBIA) - 56 PREMIO CASA DE LAS AMÉRICAS


Adelaida Fernández Ochoa, la escritora vallecaucana fue la ganadora del Premio Casa de las Américas en la categoría Novela, con la obra la La hoguera lame mi piel con cariño de perro, una historia que involucra fragmentos de la vida de la esclava de la historia de Jorge Isaacs.
El fallo del jurado distinguió la novela "por proponer una vuelta a África como un mítico retorno, en un tránsito que desarma con lúcida reflexión el conjunto de ilusiones que articulan el pensamiento esclavista”. 

"¿A qué hace referencia el título de la novela?

En el título de mi novela crepita la hoguera primigenia, la misma que nos hizo humanos, ella contiene todas las hogueras buenas, por fuera quedan la inquisición y los incendios. Esa hoguera también es la Casa. La casa de Nay y de la humanidad.

¿Cómo surgió la idea de plantear una historia a partir del personaje de la novela de Jorge Isaacs?

Se trata de la Otredad (condición de ser otro) que narra la historia no contada. Nay, en mi novela, es dueña de la palabra y de su vida, Nay se debe a sí misma. Esto no había sucedido en la novela colombiana. Ni Nay en ‘María’; ni Dominga de Adviento en ‘Del amor y otros demonios’; ni Sacramento o Narcisa en ‘La marquesa de Yolombó’; ni Andrea o Martina en ‘El alférez Real’; ni Rosa o Pía en ‘Manuela’; Ni Carmelita Durán en ‘Risaralda’ se narran a sí mismas. Analia Tu Bari, en La ceiba de la memoria, se narra pero se sienta de espaldas al mar que es símbolo de libertad suprema. Keyla, en Rencor, se narra pero ella es un Cristo sin redención. Y en Changó, el gran putas, la figura femenina es secundaria, ella da testimonio de la hazaña masculina. Todas esas novelas tienen la particularidad de ser escritas por grandes escritores. Todos hombres". 



Por su parte, Mildre Hernández, escritora cubana, recibió el Premio Casa de las Américas por su obra “El niño congelado”, en la categoría de Li­teratura para niños y jóvenes.

El jurado decidió por unanimidad otorgar el reconocimiento a El niño… por tratarse de “una obra risueña, paródica y desprejuiciada donde se muestra una cotidianidad que no es tranquilizadora, sino más bien surrealista, donde todo está a la vista del que quiera enterarse, sin mensajes aleccionadores, mediante guiños a una realidad plena de conflictos y contradicciones".


"-¿Existe para ti una literatura infantil? ¿Una LITERATURA? o simplemente ¿Literatura para personas?
Toda la literatura es para personas. Pero sí existe una para niños y una para adultos. Son códigos diferentes. No se le puede leer a un niño de cinco años, antes de dormir, capítulos de Ulises de Joyce o La montaña mágica de Thomas Mann… Ahora bien, un adulto sí puede deleitarse con filme de dibujos animados o con un cuento de Andersen. Y es que la buena literatura hecha para niños, sin ñoñerías ni falsas moralejas, es bien acogida por los adultos. Es ahí donde, en mi opinión, radica la grandeza de esta.
-¿Qué piensas de la infancia?
Tendría que volver a la mía para valorar muchas cosas de mi adultez con las que he tenido que convivir. Para muchos es la mejor etapa del ser, para mí la más triste, pues el niño está sometido a los caprichos, miedos, represiones y manipulaciones del adulto. Se menciona constantemente la ingenuidad en la infancia como el rasgo más bello, pero, en mi opinión, no es tan así. El niño no es muy ingenuo, lo que es muy indefenso y eso lo hace parecer ingenuo.
-¿Cómo concibes idealmente a un autor para niños?
Sin niños en su casa (ja, ja) ¿Para mí?: sincero con su obra, consecuente con su tiempo, que ponga su pasión por encima de su oficio (o al menos a la par).
-¿Reconoces en tu estilo alguna influencia de autores clásicos o contemporáneos?
Clásicos: Andersen. Creo parecerme mucho, sobre todo en los inicios, o cuando toco los temas del desamor o de los objetos que cobran vida. Contemporáneos: no lo sé, no se es completamente único. Todos bebemos de todos. Hasta las cervezas…
-¿Cuáles fueron tus lecturas de niña?
Ninguna. No leía. Solo los libros de clases y porque mi madre y la maestra me obligaban. La primera con un cinto, la segunda con una regla. Prefería mataperrear con los niños del barrio. También vivía en un campo con once casas, veintidós campesinos y cuatro vacas. Un libro era un objeto raro. Tenía uno solo con cinco páginas y… ¡ruso!" 





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