04 septiembre, 2011

NORMA ALEANDRO (Argentina,1936)


A VECES VOY ALLÍ
(fragmento de “Puertos Lejanos”,Bs. As, Temas Grupo Editorial, 2000)

Cuando quiero escribir la verdad, un gigante se asusta y me interrumpe. Me paso todo la tarde explicándole que a mi edad es conveniente decidir qué va a hacer uno, qué va a escribir. Que divagar en el pensamiento automático es agradable y leve, pero que alguna vez debo decidirme a contar la verdad de mis pensamientos, por malos que parezcan, y que lo bueno es no dejar de vivir aunque esté tan restringida la acción, pues hay calles, cornamusas, efímeros vientos que destronan lo que ayer estaba y hoy no y escarpados riscos que asoman sobre cosas que no esperaba encontrar allí.
Pero, en la sombra de un pensamiento, siempre adivino el lugar por el que puedo escabullirme hacia adentro y toparme con el camino de bajada a mí misma.
Allí estoy, lo sé, pero no siempre decido emprender el viaje. Cuando lo hago, canto bajito para ilusionar que no tiene nada de malo la oscuridad allá escondida. Finalmente, siempre acabo bajando.
Me apoyo apenas en la puerta, más para sostenerme que para abrirla, pero se abre inevitablemente pues nunca he logrado cerrarla con llave. Sería un acto de cobardía bastante cómodo que no sé por qué no me permito. Sé por qué. Dejaría de apreciarme y eso me mataría.
Una vez que se entreabre, entro y confío en que no me defraude. ¿Qué? Supongo que el viaje a mí misma, el tramo nuevo a recorrer, el conocimiento doloroso pero bien ganado.
No sé, realmente no puedo precisar qué es lo que espero que no me defraude ya que estoy pagando el precio de la aventura de no saber. El precio es siempre el mismo: miedo a no soportar saber lo que estoy por saber si me aventuro a bajar.
Es una calamidad cuando lo explico así.
Suena a catástrofe mental. Tal vez lo sea.
El caso es que bajo y me adentro en la oscuridad mojada de un largo camino con pensamientos y deshechos de pensamientos, con sentimientos perversos o torpes y perezosos; voy atravesando la zona donde aparto lo más bellos telones con que cubro la ira, el desdén, la avaricia, el orgullo y el pánico de morir lisa y llanamente.
Una vez allí, se serena el espíritu y entro en mi alma, que es bastante blanca, y no piensa, flota, y no tiene peso ni lo tendrá. Me pertenece pero no es mía, le pertenezco, pero no somos dos cosas diferentes ni iguales ni nada que se parezca a algo. Por lo tanto, lo único que la define es que yo crea que está.
Una vez allí, me sereno y entro en el otro lado.
Ni bien ni mal. Ni luz, ni sombra, ni estupor.
Allí me quedo cuando puedo ser únicamente yo.
Cuando no pienso ni razono lo enseñado.
Cuando olvido lo aprendido.
No llegan allí los sonidos que soy capaz de producir, que puedo discutir.
Allí no llega la lluvia ni el horror.
No hay poesía que ayude a respirar o ausencias que acongojen.
Allí estoy yo.
Tan sola como un plazo. Tan simple como la luz, tan tranquila.
No existe la contradicción.
Hay lo que hay.
Estamos todos juntos, allí en yo.

de Puertos lejanos(Temas Grupo Editorial, Bs. As., 2000).


Poemas y cuentos de Atenázor(Editorial Sudamericana,Bs. As., 1985).
Diario secreto (Emecé Editores,Bs. As., 1991).

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