"Hay escritores que se enamoran de sus personajes y les apena dejarlos. Yo no, cuando se acerca el final quiero que se vayan de una vez. No me siento vacía porque siempre hay otros esperándome por ahí."
El hogar
(fragmento)
(fragmento)
El viento del sur que nos castigó con dureza bajo la forma de esa tormenta atroz, ha dejado de soplar. Es seguro que su garganta es de hierro líquido y sus narices de vidrio fundido: silba al principio como un muchachito inocente que se estuviera divirtiendo con alguna travesura de modo que los abdassiris apenas si se inquietan y se dicen unos a otros que esta vez no será muy grave, que incluso puede ser que cese a las pocas horas y vuelva la calma. Pero entonces abre la boca y el fuego le brota de las fauces y las gentes sienten una niebla roja se les mete en la cabeza y les obliga a encerrarse, a maldecir, a ocultarse bajo los cojines mientras las ramas azotan el aire y las columnas vibran y las jarras se rompen en mil pedazos y el vidrio salta y se confunde con la arena desatada. Y una vez que pasó, una vez que se ha librado de las llamas que lo atormentaban, el viento del sur se va a dormir y ronca muy lejos de nosotros y ya podemos salir de nuestras casas a ver qué hemos de hacer para cuidarnos de él la próxima vez.
Mi esposa soporta bien el embate del viento sur. Se refugia en alguna parte, alguna habitación que tenga una fuente en la cual sumergirse si la hoguera la atormenta, y espera jugando con el agua a que todo pase. Allí la encontré cuando el viento soplaba con su mayor fuerza y le pregunté cómo hacía para tolerar la acometida de ese vándalo que era el viento. Estaba cubierta por el agua, sentada en el centro de la fuente azul que hay en una de las habitaciones más bajas, vestida con su túnica que empapada se le pegaba a la carne y me sonreía como si nada pasara.
–Es tan fácil –dijo.
De modo que quise probar y me metí yo también pero desnudo en el agua y la abracé y la dejé que me cantara y me acariciara el cuello y las orejas. Se estaba bien allí. Pensé en el infierno del desierto, en las manadas de warai dando las grupas al viento, en la gente que moriría de no poder llegar a tiempo a un refugio. Pero todo eso pasó, imágenes sólo, apresuradas, volubles, sin dejar más que un rastro de incomodidad que se fue disipando bajo las manos de ella.
(Fragmento del capítulo “El hogar”, de Querido amigo, Buenos Aires, Edhasa, 2006).
Mi esposa soporta bien el embate del viento sur. Se refugia en alguna parte, alguna habitación que tenga una fuente en la cual sumergirse si la hoguera la atormenta, y espera jugando con el agua a que todo pase. Allí la encontré cuando el viento soplaba con su mayor fuerza y le pregunté cómo hacía para tolerar la acometida de ese vándalo que era el viento. Estaba cubierta por el agua, sentada en el centro de la fuente azul que hay en una de las habitaciones más bajas, vestida con su túnica que empapada se le pegaba a la carne y me sonreía como si nada pasara.
–Es tan fácil –dijo.
De modo que quise probar y me metí yo también pero desnudo en el agua y la abracé y la dejé que me cantara y me acariciara el cuello y las orejas. Se estaba bien allí. Pensé en el infierno del desierto, en las manadas de warai dando las grupas al viento, en la gente que moriría de no poder llegar a tiempo a un refugio. Pero todo eso pasó, imágenes sólo, apresuradas, volubles, sin dejar más que un rastro de incomodidad que se fue disipando bajo las manos de ella.
(Fragmento del capítulo “El hogar”, de Querido amigo, Buenos Aires, Edhasa, 2006).
Angélica Gorodischer nació en Buenos Aires pero se trasladó siendo muy pequeña a la ciudad de Rosario. Comenzó su carrera literaria en la década de 1960. En 1964 ganó un concurso de relatos policiales convocado por la revista Vea y Lea con el cuento En verano, a la siesta y con Martina. Su estilo reune rasgos propios del barroco con un humor muchas veces incisivo y asentado en la utilización del lenguaje coloquial. Entre sus obras más importantes, publicadas en Argentina y España, figuran las siguientes: Cuentos con soldados (1965), Opus dos (1967), Casta luna electrónica (1977), Mala noche y parir hembra (1983), Kalpa Imperial (1983), Floreros del alabastro, alfombras de Bujara (1985), Trafalgar (1986), Jugo de mango (1988), Las repúblicas (1991), Fábula de la Virgen y el bombero (1993), Prodigios (1994) y La noche del inocente (1996).
1 comentario:
cada vez màs compruebo que Rosario es un semillero de excelentes cuenteros y artistas.
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