01 mayo, 2007

Olga Ledesma ( Argentina, Azul 1956 - La Plata)

"Encontré aquellas cartas entre mis cosas e hice un gran descubrimiento.
Yo también fui chica".


Octubre 1969:

-Querida Negra, me enteré que estabas enferma, te mando la Radiolandia y el Senku. La revista cuidala porque la tengo que devolver.


Por aquel entonces, estaba enferma de paperas. Dios mío, cómo dolían las desgraciadas... Mi única diversión era escuchar la radio donde cantaba Sabú y Tormenta estrenaba “Chico de mi barrio” por La Catedral del Ritmo y… las cartas de la Miri.
-Negra, hoy vino Patilla al comedor de Vareadores. ¡No sabés! Estaba re lindo, con pantalón azul y camisa blanca, cinturón crudo y zapatas marrones.
No lo miré nada. Entró a las doce y salió a las dos. Bueno, te mando con Armando la revista y el Senku. Mañana te escribo de nuevo.

Armando era nuestro cartero. Pobrecito, era un chico medio loquito que en esos días se creía un avión. Entonces las cartas venían volando.
-No tengo que recordarte lo que por aquellos años era la “aventura de mi vida”, la sencillez de un papelito era testigo de lo que la vida nos empezaba a mostrar.
Cuando llegué a la 39, yo tenía ocho años y me sorprendió mi nuevo hogar. Era una casa grande con muchas casitas adentro, con un patio enorme que compartíamos todos.- Y también tuve mi barrio privado,tomá, si hasta teníamos pileta de natación-. Cuando se inundaba, otra que la pileta del Country, el club de mis amores. Nos metíamos hasta las rodillas y después la desagotábamos a baldazos. En el barrio lo llamaban “El Conventillo de la Paloma”, como la obra. Y por su dudosa reputación –y con perdón de la palabra, la Miri no venía a mi casa.
-
Negra, espero que te vayas mejorando, recién salí de la escuela y me puse a escribir. No te mando ninguna revista porque ya las devolvieron. Me voy a comer y después te escribo, para contarte lo que pasó a la tarde. “ Chau, la Miri”.
Durante dieciocho días recibí las cartas que me hacían vivir lo que no podía ver. Me enteraba de todo lo que pasaba en el barrio, gracias a las cartas de mi amiga.
-Negra, te conseguí el Simulcop. Cuando pase para la escuela te silbo y salí que te lo doy.

Eran tiempos en los que el Simulcop era uno de los bienes más preciados, y las carátulas mostraban que el mes había cambiado.
Y así, a través del tiempo, nos fuimos convirtiendo en hermanas elegidas. Descrubimos Desiderata, Penumbras, Neruda y nos hicimos secuaces de las letras. Hoy después de casi 40 años nos seguimos carteando pero por Internet.
-¿Qué tal?-.
Pero nada, tendrá la magia de aquellas cartas de la infancia, que nos mantuvieron unidas a pesar de las prohibiciones y diferencias. No fueron en vano las promesas que con menos de una década de vida nos hicimos. Sabíamos que nos hacíamos como gigantes jugando con el dedo, en el vidrio empañado de alguna ventana. Tu guardapolvo era tan blanco como el mío y el elástico que saltábamos se estiraba igual para las dos. Después llegaron los quince, los malones y el espejo nos mostraba cómo se alejaba nuestra infancia. Pero aquel año fue especialmente bueno para mí. Me hice hincha del Pincha, se consolidó mi amistad con la Miri, tuve a la Señorita Nene como maestra, que me enseñó el verbo "Amar" y …. puta, me olvidé lo que estaba buscando.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermoso viaje de la nostalgia en barcos de papel.Besos!!!!!!!!!!!

Lauri

Anónimo dijo...

Muy interesante.Muy bueno Olga.

Ma Rosa(del taller)

Anónimo dijo...

Cuanta nostalgia y una vida de amistad.Bueno, bueno el relato.

Sebas

Anónimo dijo...

Me atraveso el alma y digo todo.El tono de dialogo virtual lo hace interesante al leer.

Juanjo

Anónimo dijo...

en un instantte me trasporté en tiempo y espacio...gracias por lograr ese instante...un abrazo

Anónimo dijo...

Ojalá hubiera estado en ese tiempo, en ese barrio!!!!!!

Anónimo dijo...

Quien soy ?????
Si cada una de estas lágrimas que acompaña cada una de tus letras te pudiera demostrar lo que ahora siento, te despertarías una mañana cualquiera en ese patio, en este barrio, con esa música, el guardapolvo y el elástico en el bolsillo.

Anónimo dijo...

sos la persona que nos enseñó el valos de una amistad.

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