13 enero, 2007

Gaby Vallejo (Cochabamba, Bolivia, 1941)

No era bella, pero tenía esa opulencia de carnes que provoca la vuelta de los hombres. Estaba alegre siempre. Parecía tener la risa-campanilla pegada a los labios gruesos y tentadores.
Ahora está sentada en una tienda de insecticidas. La reconozco. Conversa con alguien. Es ella, con quince o veinte años más, pero es ella. hablo con el vendedor... La miro, las carnes de sus piernas sobresalen, se cuelga de la silla que usa. la piel del rostro, ennegrecida y fofa. Los ojos se empecinan en una tristeza grande. Algo como un desencanto vital se desprende de su presencia. Pago el dinero al dependiente y la vuelvo a mirar. Habla, pero está sola. Lo veo en su expresión. Habla para sí misma, para saber que existe. Lo que dice no le sirve para consolarse de tener hijos que no son, de tener marido (judío-obeso) que no es. Salgo de la tienda con el cerebro lleno de la imagen de vencimiento que es ella, con la culpa de haberle descubierto que vive en la seguridad de transcurrir el resto de la vida en un opaco y sucio mundo.
¿Qué sucedió para que se despegara la risa-campanilla de los labios gruesos tentadores? Hoy ningún hombre volvería los ojos para verla.
Camino. Quizá... si ella se hubiera fijado en mi, descubriera lo mismo.
de: Disquisiciones de una mujer cualquiera, 1994.

A esta altura de la vida, cuarenta y dos años, tengo la tentación de encerrarme en la casa, en el ¨dulce no hacer nada¨, de buscarme en los libros y en mis propias palabras.
Creo haber andado mucho en los últimos años, por caminos, ciudades y personas. Creo haber amado mucho, haber llorado también mucho y aprendido a soportar mi condición de ser mortal y precaria.
Habitada de un ritmo acelerado he vivido sin tiempo para lo necesario, entregada a lo urgente y he gastado así tanta vida. He perdido profundidad y he transcurrido repartida, retaceada. Y he perdido.
A esta altura de la vida quiero pertenecerme más a mí. Dejarme estar para dar espacio a mi propio pensamiento: leer, echada al sol -como una gata plácida- y escribir, escribir, contarme historias.
Debo aprender a dejar a los demás que hagan la vida que yo creía estar construyendo. Siempre habrá gente que pueda reemplazarme y continuarme. No es una renuncia, es un acuerdo con la sabiduría, una reparación.
Aquí, yo sola, reconciliándome en lo necesario. Afuera, lo urgente gastando a los demás. Es su turno.
de: Disquisiciones de una mujer cualquiera, 1994.

Gaby Vallejo (Cochabamba, Bolivia, 1941). Narradora, profesora, licenciada en Ciencias de la Educación y Fundadora del Comité de Literatura Infantil y Juvenil. Dirige el Taller de Experiencias Pedagógicas y la revista "Chócale". Es miembro de la Unión de Poetas y Escritores de Cochabamba y miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua. Directora de "Teluria", revista del Comité de Mujeres Escritoras del PEN-Club Internacional, filial Bolivia. Obras principales: “Los vulnerables” (1973), “¡Hijo de Opa!” (premio nacional de novela Erich Guttentag, 1976), “Juvenal Nina” (1981), “Detrás de los sueños” (1987), “En busca de los nuestros” (1987), “Mi primo es mi papá” (1989), “Manual del promotor de lectura” (1990), “La sierpe empieza en cola” (1991), “Encuentra tu ángel y tu demonio” (1998) “De toros y rosas. Imágenes del sexismo en los libros para niños” (2001), “Papeles de viaje” (2002) y “Del placer y la muerte” (2004).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente texto. Me alivianan las tardes de estío.

besos brujos

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