20 diciembre, 2009

Aurora Venturini (Argentina)

Mi hermana dejó la escolaridad en tercer grado. No daba para más. En realidad no dábamos para más ninguna de las dos y yo dejé en sexto grado. Sí, aprendí a leer y escribir, esto último con faltas de ortografía, todo sin h, porque si no se pronuncia, ¿para qué serviría? Leía dislálicamente, dijo la psicóloga. Pero sugirió que ejercitándome mejoraría y me obligaba a los destrabalenguas como María Chucena su choza techaba y un leñador que por ahí pasaba le dijo María Chucena vos techás tu choza o techás la ajena yo no techo mi choza ni techo la ajena sólo techo la choza de María Chucena. Mamá observaba y cuando yo no destrababa me daba un punterazo en la cabeza. La psicóloga impidió la presencia de mamá durante María Chucena y destrabé mejor, porque cuando mamá estaba, por terminar bien pronto María Chucena me equivocaba temiendo el punterazo (...) Yo no quería comer en la mesa de Betina. Me asqueaba. Tomaba la sopa del plato, sin usar cuchara y tragaba los sólidos agarrándolos con las manos. Lloraba si yo insistía en alimentarla porque aquello de meterle la cuchara en cualquier orificio de la cara. A Betina le compraron una silla de almorzar que tenía una mesita adosada y en el asiento, un agujero para que defecara y pis. En mitad de las comidas le venían ganas. El olor me producía vómitos. Mamá me dijo que no me hiciera la delicada o me internaría en el cotolengo. Yo sabía qué era el cotolengo y desde entonces almorcé, diré, perfumada con el hedor a caca de mi hermana y la lluvia de pis. Cuando tiraba cuetes, la pellizcaba.

* Fragmentos de Las primas.

Aurora Venturini, autora de “Las primas”, que se publicará mañana 5 de Enero con el diario Pag 12, quien a los cuatro años empezó su temprana relación con la literatura. “Yo escribía y recitaba con ademanes, como se usaba entonces”, cuenta la poeta, narradora y traductora, que ha publicado, entre otros, los poemarios El anticuario (1948), El solitario (1951); las novelas Nosotros, los Caserta y Las Marías de los toldos, con prólogo de Fermín Chávez, que fue su esposo. Fue docente en La Plata, donde nació hace 85 años. Durante su exilio en París se relacionó con Violette Leduc, Eugène Ionesco, Sartre y Simone de Beauvoir, entre otros intelectuales, y en Sicilia frecuentó la amistad de Salvatore Quasimodo. El gobierno francés la distinguió con la Cruz de Hierro por sus traducciones de François Villon y de Rimbaud.

Nota a la autora platense de 85 años, la ganadora del concurso Nueva Novela de Página/12:“Tal vez lleve dentro otra mujer mucho más joven”

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