El ángel de la noche *
(crónica)
A las diez y media, el guarda nocturno entra en servicio. Ladra el perrito
del portón en primer plano; ladra el perro más viejo del patio, en el segundo plano: de plano en plano, hasta el
bosque, grandes y pequeños canes murmuran, aúllan, ululan, en la densa
oscuridad de la noche todos sobresaltados por el trinar del silbato del guarda
nocturno. Por el mismo motivo se hace un intervalo en el jardín, entre los
insectos que seseaban y susurraban en los follajes: ¿qué nuevo bicho es ese, que comienza a cantar con una voz que
ellos juzgan conocer, que se parece a la suya, pero que se eleva con una fuerza
gigantesca?
Paso a paso, el guarda nocturno va subiendo la calle. Ya no pita: va
caminando reposadamente, como quien pasea, como un poeta en una alameda
silenciosa, bajo árboles en flor. Así va andando el guarda nocturno. Si la
noche está bien sosegada, se puede oír su mano sacudir la caja de fósforos, y
hasta adivinar, con buen oído, cuántos fósforos hay allí. Los perros enmudecen.
Los insectos recomienzan a sesear.
El guarda nocturno mira hacia las casas,
hacia los edificios, hacia los muros y enrejados, hacia las ventanas y los
portones. Una pequeña luz, allá arriba: hace varias noches, aquella claridad
vaga en la ventana: ¿es una persona enferma? El guarda nocturno camina con
delicadeza, para no asustar, para no despertar a nadie. Allá van sus pasos
sosegados, acompasados, cosiendo su sombra con la piedra de la vereda.
Imprecisos rumores de tranvías, de ómnibus,
los últimos vehículos, ya somnolientos que van y vuelven casi vacíos. El guarda
nocturno, que pasa junto a las casas, puede oír todavía la música de alguna
radio, el llanto de algún niño, un resto de conversación, alguna carcajada. Pero
va andando. La noche es serena, la calle está en paz, la luz de la luna pone
una niebla azulada en los jardines, en las terrazas, en las fachadas: el guarda
nocturno se detiene y contempla.
Por la noche, el mundo es bonito, como si no
hubiese desacuerdos, aflicciones, amenazas. Hasta parece que los enfermos son
más felices: esperan dormir un poco en la suavidad de la sombra y del silencio.
Hay muchos sueños en cada casa. Es bueno tener una casa, dormir, soñar. El
gato retrasado que vuelve apresurado, con cierto aire de culpa, en un salto
exacto sortea el muro y desaparece: él también tiene su rinconcito para
descansar. El mundo podía ser tranquilo. Las personas podían ser amables. Sin
embargo él, el guarda nocturno, trae un revólver en el bolso, para defender una
calle...
Y si un pequeño rumor llega a su oído y un
bulto parece surgir en la esquina, el guarda nocturno vuelve a pitar largamente,
como quien va soplando un largo collar de cuentas de vidrio. Y recomienza a
andar, paso a paso, firme y cauteloso, disipando ladrones y fantasmas. Es la
hora profunda en que los insectos del jardín están completamente extasiados, por
el perfume de la gardenia y la blancura de la luna. Y las personas adormecidas
sienten, dentro de sus sueños, que el guarda nocturno se está ocupando de la
noche, vagando por las calles, ángel sin alas, pero armado.
O anjo da noite
(crônica)
Ás dez e
meia, o guarda noturno entra de serviço. Late o cãozinho do portão no primeiro
plano; ladra o cão maior do quintal, no segundo plano: de plano em plano, até a
floresta, grandes e pequenos cães rosnam, ganem, uivam, na densa escuridão da
noite todos sobressaltados pelo trilhar do apito do guarda-noturno. Pelo mesmo
motivo, faz-se um hiato no jardim, entre os insetos que ciciavam e sussurravam
nas frondes: que novo bicho é esse, que começa a cantar com uma voz que eles
julgam conhecer, que se parece com a sua, mas que se eleva com uma força
gigantesca?
Passo a
passo, o guarda-noturno vai subindo a rua. Já não apita: vai caminhando
descansadamente, como quem passeia, como quem pensa, como um poeta numa alameda
silenciosa, sob árvores em flor. Assim vai andando o guarda-noturno. Se a noite
é bem sossegada, pode-se ouvir sua mão sacudir a caixa de fósforos e até
adivinhar, com bom ouvido, quantos fósforos estão lá dentro. Os cães emudecem.
Os insetos recomeçam a ciciar.
O
guarda-noturno olha para as casas, para os edifícios, para os muros e grades,
para as janelas e os portões. Uma pequena luz, lá em cima: há várias noites,
aquela vaga claridade na janela: é uma pessoa doente? O guarda-noturno caminha
com delicadeza, para não assustar, para não acordar ninguém. Lá vão seus passos
vagarosos, cadenciados, cosendo a sua sombra com a pedra da calçada.
Vagos rumores de bondes, de ônibus, os últimos
veículos, já sonolentos que vão e voltam quase vazios. O guarda-noturno, que
passa rente às casas, pode ouvir ainda a música de algum rádio, o choro de
alguma criança. Mas vai andando. A noite é serena, a rua está em paz, o luar
põe uma névoa azulada nos jardins, nos terraços, nas fachadas: o guarda-
noturno pára e contempla.
À noite, o
mundo é bonito, como se não houvesse desacordos, aflições, ameaças. Mesmo os
doentes parece que são mais felizes: esperam dormir um pouco à suavidade da
sombra e do silêncio. Há muitos sonhos em cada casa. É bom ter uma casa,
dormir, sonhar. O gato retardatário que volta apressado, com certo ar de culpa,
num pulo exato galga o muro e desaparece: ele também tem o seu cantinho para
descansar. O mundo podia ser tranqüilo. As pessoas podiam ser amáveis. No
entanto, ele mesmo, o guarda-noturno, traz um bom revólver no bolso, para
defender uma rua...
E
se um pequeno rumor chega ao seu ouvido e um vulto parece apontar na esquina, o
guarda-noturno torna a trilar longamente, como quem vai soprando um longo colar
de contas de vidro. E começa a andar, passo a passo, firme e cauteloso,
dissipando ladrões e fantasmas. É a hora muito profunda em que os insetos do
jardim estão completamente extasiados, ao perfume da gardênia e à brancura da
lua. E as pessoas adormecidas sentem, dentro de seus sonhos, que o
guarda-noturno está tomando conta da noite, a vagar pelas ruas, anjo sem asas,
porém armado.
CRÓNICA DE CECÍLIA MEIRELES
en:
*Traducción al Español de Grupo Conestabocaenestemundo.
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