Mamá no está bien. Cuando estira el brazo para alcanzar el azucarero, su mano tiembla y
tintinean las siete pulseras de oro que lleva puestas desde su boda. La estoy visitando más a menudo
ahora que mi hermana se ha ido, que murió papá, que las tías no vienen y los vecinos la ignoran.
La visito más a menudo porque sólo quedan los perros en el patio, tendidos al sol sobre cemento y
heces. Alguien tiene que limpiar. Mamá ya no puede o ha perdido el interés. Mamá se lleva la taza
a los labios y sorbe – sonora - el café caliente. Se ha ido lejos, ya no siente la lengua quemada; no
traga el pan que masca con la boca abierta – sonora- llena de café, todo al mismo tiempo, como si
ese tiempo fuera el mismo y la mancha castaña que deja su taza sobre el mantel no fuese otra que mi
infancia torpe y lejana, que quizás es también la suya – sonora- que intentamos lavar, ella y yo cada
vez más tarde, cada día más lejos.
de su cuento "Todas nosotras tus voces".
tintinean las siete pulseras de oro que lleva puestas desde su boda. La estoy visitando más a menudo
ahora que mi hermana se ha ido, que murió papá, que las tías no vienen y los vecinos la ignoran.
La visito más a menudo porque sólo quedan los perros en el patio, tendidos al sol sobre cemento y
heces. Alguien tiene que limpiar. Mamá ya no puede o ha perdido el interés. Mamá se lleva la taza
a los labios y sorbe – sonora - el café caliente. Se ha ido lejos, ya no siente la lengua quemada; no
traga el pan que masca con la boca abierta – sonora- llena de café, todo al mismo tiempo, como si
ese tiempo fuera el mismo y la mancha castaña que deja su taza sobre el mantel no fuese otra que mi
infancia torpe y lejana, que quizás es también la suya – sonora- que intentamos lavar, ella y yo cada
vez más tarde, cada día más lejos.
de su cuento "Todas nosotras tus voces".
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